¿El silencio de los corderos? No en Francia. Benoît apenas pudo retenerse: elogiaba a los agricultores, se emocionaba con las praderas de Périgord en el suroeste de Francia y le apasionaba la ternura y jugosidad de la carne. No había hierbajo ni vino que se le resistiera, a cada uno de ellos lo presentaba con entusiasmo y pasión. Ahí fui por primera vez consciente de la pasión que sienten los franceses por su gastronomía. Casi se podría describir como una relación erótica. Yo era nueva en París y deseaba ampliar mi círculo de amigos. Pensaba, que una comida privada era la mejor opción para conocer a gente nueva. Sinceramente, yo estaba bastante decepcionada de la tan premiada cocina francesa. La mayoría de mis amistades vivían una vida estresada, rodeados de niños, actividades y vida laboral. Y eso también se reflejaba en su alimentación. Su menú consistía básicamente en comida preparada y congelada. No debían ser los únicos, ya que los supermercados estaban repletos de ese tipo de comida “prefabricada”. También debo admitir, que el espacio en las viviendas y en especial en las cocinas parisinas, no da opción a preparar menús muy elaborados y mucho menos a almacenar grandes cantidades de comida.
Finalmente lo descubrí: en la página web www.cookening.com aún se pueden encontrar apasionados de los mercados y verdaderos profesionales culinarios. En realidad, son cocineros ocasionales, que han hecho de la cocina su afición. Ofrecen menús en sus mesas privadas. Y así fue, como me vi en una noche fría de enero en un piso impresionante, sobre la Place Vendôme de Benoît, cenando con otros 5 comensales más. Él es antropólogo, fotógrafo e investigador del Amazonas. Pero cuando está en París, es un apasionado cocinero. Parece ser, que no necesita el dinero ya que ofrece las “comidas privadas” para no cocinar para él solo. Y, además, le encanta conocer a gente nueva.