Arte, en una partida de dobles

Esta primavera, dos museos parisinos rinden homenaje al artista estadounidense Charles Ray. Para Mademoiselle Lili se trata de un excepcional partido de tenis.

Las opciones están sobre la mesa: la primera, en el Centre Pompidou, no sigue ningún tipo de registro. La taza, la maceta y el termo flotan sin fundamento. La segunda, en la Bourse de Commerce, en cambio, es una mesa de madera maciza sobre la que se mueven, como por arte de magia, casi los mismos objetos. Se podría interpretar como una alegoría: en un lateral de la pista, un museo público, con un presupuesto cada vez más escaso y, en el otro, el templo del arte privado del multimillonario, empresario de la moda y coleccionista de arte François Pinault.



En la vida real, los adversarios se persiguen mutuamente para conseguir las mejores obras para sus colecciones, y el desempate se decanta cada vez más a favor de los jugadores privados, con un mayor potencial económico. Esta vez, sin embargo, han decidido jugar una armoniosa partida de dobles, toda una novedad.


La exposición conjunta sobre “Charles Ray” en el Centre Pompidou y en la Bourse de Commerce es un gran partido de tenis y el éxito de taquilla de esta primavera artística parisina. Charles Ray ya hizo su primer saque en invierno.

Desde entonces, su escultura ecuestre de acero inoxidable brillante destaca entronizada frente a la entrada de la rotonda de la Colección Pinault. No se trata de un jinete orgulloso, haciendo alarde de poder, como suele suceder en la historia del arte, sino de un jinete cuya inseguridad sobre la gran bestia puede verse claramente reflejada en su rostro. Es este humor, combinado con a una delicada emotividad, el que ha llevado al estadounidense Charles Ray a transformar la escultura a lo largo de sus más de 50 años de carrera profesional y el que lo ha convertido en uno los referentes actuales de esta disciplina artística.

Desde el diminuto huevo de porcelana hasta el Cristo en la Cruz de papel, que ocupa toda una pared, las esculturas de Ray rompen todas las escalas. Como en los Viajes de Gulliver, el espectador en ocasiones se convierte en un gigante y otras veces en un enano ante sus obras. Y en un voyeur de un momento emocional, de la interacción íntima entre dos estatuas o de una estatua y su objeto de atención. 


Como el pequeño niño desnudo que juega distraídamente en el suelo con un coche de juguete, un Escarabajo, que parece adueñarse mágicamente de la enorme sala principal circular de la Bourse de Commerce, a pesar de que la maltrecha camioneta, reconstruida a escala, y el hombre de papel sentado con el que comparte el espacio son mucho más grandes.


Cuando François Pinault, que conoce y promociona al artista desde hace más de 20 años, le concedió un lugar de honor frente a su museo de la Punta della Dogana, en Venecia, los venecianos no encontraron tan encantador a otro niño desnudo: la estatua “El niño con la Rana” tuvo que ser retirada después de un gran alboroto, ya que ¡los venecianos preferían recuperar la antigua y tradicional farola del s. XIX! En París, Charles Ray recupera merecidamente la gran escena, y esta vez, por partida doble.


Las exposiciones sobre Charles Ray pueden visitarse hasta el 20 de junio en el Centre Pompidou y hasta el 6 de junio en la Bourse de Commerce, de París.