Para mí, sigue siendo la gran incógnita de París ¿cómo se mantienen todos estos templos de la seducción, si París tiene las personas más delgadas del mundo y los famosísimos diseñadores sólo crean modelos que no van más allá de la talla 0? ¡No hay miradas ni fuerza de voluntad que puedan negarse o resistirse a estas bombas calóricas! ¿Tienen los parisinos otro metabolismo? Porque si no ¿quién narices compra esos Petit-Fours y Macarons, Eclairs y Truffes o las tremendas tartaletas y los divinos rollitos de nata en Ladurée, Pierre Hermé, Fauchon o Lenôtre? En nadie se ven esos kilitos de más.
En la panadería Du Pain et des Idées (34, rue Yves Toudic) de Christophe Vasseur se pueden degustar los clásicos desayunos presentados en formato gourmet. Los fieles clientes madrugan y hacen cola para no quedarse sin los típicos escargots (caracolas rellenas de crema, pistachos o chocolate). Yann Couvreur (137, Avenue Parmentier) fue uno de los jefes pasteleros en el hotel de lujo Eden Roc auf St. Barth. Desde el año pasado, deleita a los bohemios parisinos con café y roulés de hojaldre. Todos estos lugares son justo esos que intento evitar durante el resto del año. Prefiero rodear las calles, que dejarme seducir. Si paso a su lado, es imposible resistirme a ellos y mi metabolismo aún no es parisino. Menos en invierno; en esta época del año me concedo de vez en cuando algo de esta Dolce Vita.