No es que no me atraigan las pasarelas, los vestidos caros, las personas guapas y la gente extravagante; París rebosa durante la Fashion Week todas estas características. Pero lo que realmente me fascina son los lugares, donde los grandes diseñadores y las mejores marcas despliegan sus eventos, fiestas, pasarelas o presentaciones. Frecuentemente son mansiones privadas o edificios que ni se nombran en los recorridos turísticos. La diseñadora Miuccia Prada suele tener buena vista para la arquitectura impresionante y extravagante. Sus descubrimientos se transforman en un escenario impresionante para sus creaciones. Yo pude asistir a una de sus presentaciones en el Palais d’Iéna; un monumento conmemorativo de Auguste Perret de finales de los años 30. Este lugar es actualmente conocido por sus exposiciones o ilustraciones temporales (www.lecese.fr).
El verano pasado me sorprendió recibir una invitación inesperada para asistir al show de Miu Miu Croisière. Nunca antes había oído hablar de ese lugar: 25, Avenue des Champs-Elysées. Está claro que es la avenida más conocida de París, pero para mí, también la más aburrida. Con tanto escaparate y bullicio turístico nunca me fijé en esa ostentosa casa, escondida prácticamente detrás de una vaya altísima y a segunda línea de calle. Era el “Hôtel de la Païva”; el último palacio privado que existió en Champs Elysées - hoy en día es un exclusivo “Travellers Club” inglés. Todo en él es realmente impresionante; tanto su ubicación como su historia.
“La Païva” era una, llamémosla, anfitriona flamante del siglo XIX en París. Ella organizaba veladas opulentas para los VIP´s de la época. Entre ellos, algunos muy conocidos, como por ejemplo: Richard Wagner, Maler Paul Baudry, Théophile Gaultier, Emile Zola o Gustave
Flaubert. Los hermanos Goncourt denominaron la casa “Louvre des Sex”. La Païva, nacida como Esther Lachmann en una familia humilde en Moscú, se convirtió en una de las cortesanas más exitosas de la ciudad de París. Según cuenta la leyenda, uno de sus clientes la echó de su carruaje en el mismo Champs-Elysées. Se casó y divorció en múltiples ocasiones, pero finalmente conoció a Guido Henckel von Donnersmarck; un conde y magnate alemán 11 años más joven que ella. Era uno de los hombres más ricos de la época. Ella le pidió construir en el lugar de su máxima humillación la casa más bonita de París ¡y lo consiguió!
Mientras que yo subía esos escalones de ónix masivo y en tonos amarillos para asistir al evento al que fui invitada, no podía evitar imaginarme como aquella bella dama rusa de melena roja hacía perder la razón y sobre todo la fortuna de aquel empresario y noble alemán.
Al diseñador de calzado, Christian Louboutin, también le agradezco otro descubrimiento arquitectónico: Palais de la Porte Dorée (293, avenue Daumesnil); lugar dónde se inspiró de niño para la creación de sus High Heels. Allí, los carteles mostraban la prohibición de zapatos de tacón para evitar el deterioro del suelo. Fue construido como museo colonial con estilo Art-Déco. Hoy en día se le ha dado un nombre políticamente correcto “Musée des immigrations”, dónde se puede visitar también un acuario. Estoy realmente impaciente en conocer las novedades y ver las puertas que se me abren en esta Fashion Week para descubrir los secretos de esta ciudad - París.