All about Paris

El Musée Carnavalet narra la historia de la ciudad de París a través de unas dimensiones épicas y unos detalles que veces pueden llegar a resultar extravagantes. Mademoiselle Lili se lo ha pasado en grande.

Un sabio consejo: no quiera abarcarlo todo a la vez. No es posible conocer París en un día, por lo tanto limítese a centrarse en la época que más le interese. El Musée Carnavalet, que ha reabierto sus puertas este verano tras cinco años de renovación, durante mucho tiempo no fue más que el polvoriento aparador de curiosidades de la ciudad, una especie de desván museístico, atestado de una forma un tanto desordenada de obras de arte, muebles, carteles históricos y maquetas, así como también de un montón de baratijas. Ahora, el museo más antiguo de la ciudad ha rejuvenecido: todas las obras se presentan de una forma renovada y didáctica, en orden cronológico. Y muchos de los objetos expuestos se colocan a una altura muy baja para que los más pequeños también puedan divertirse. El inmenso recinto, que incluye dos palacios municipales de los siglos XVI y XVII, así como ampliaciones más recientes, se encuentra situado en el centro del popular Marais y, si por la alcaldesa Anne Hidalgo fuese, debería ser a partir de ahora una visita obligada para todos los turistas que visiten París.

El recorrido de un kilómetro y medio por los 3.900 metros cuadrados sobre la historia de París comienza en el sótano, con los hallazgos prehistóricos de la Edad de Piedra, y termina en el presente, con las manifestaciones de los chalecos amarillos, el incendio de Notre Dame y la pandemia del Coronavirus. No solo podrá examinar las dentaduras y los cráneos de los primeros parisinos, sino también destacadas piezas como la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, los muebles originales de la habitación de Marcel Proust, el sillón dónde murió Voltaire o el salón de baile Wendel, fielmente reconstruido con sus murales monumentales, una obra maestra del Art Déco. De los más de 600.000 objetos que posee el museo, “solo” se exponen 3.800 y todos ellos tienen tanto que contar que debo reconocer que me he sentido algo aturdida tras las tres horas de visita.

Casi pasé por alto los curiosos pendientes de la sala dedicada al período posterior a la Revolución Francesa: pequeñas joyas de latón que reproducen una guillotina, con cabezas colgantes. Al coger fascinada mi teléfono móvil para hacer una foto, el comisario me conduce a un rincón aparte y me ilustra sobre una moda parisina que hasta entonces me era completamente desconocida: a partir de 1795, los nobles que supervivieron celebraron su macabro “baile del sacrificio”, que pronto se convirtió en toda una institución. Los hombres vestían de luto, las mujeres acudían con togas antiguas, descalzas y con el pelo corto o recogido, como los condenados antes de la ejecución. Alrededor del cuello llevaban una cinta enjoyada de color rojo idéntico a la sangre y para iniciar el baile movían la cabeza violentamente para simular el momento de la decapitación. Mon Dieu, ¡qué manera de afrontar un trauma!

Más tarde, mientras saboreo unas exquisitas delicias vegetarianas servidas en cuencos metálicos de picnic en el moderno restaurante pop-up “Les Jardins d'Olympe” situado en el patio del museo, me pregunto qué fiesta inventará París en el futuro para despedir una época difícil. Creo que un baile de máscaras tendría muchas posibilidades de convertirse en todo un éxito.


Musée Carnavalet, www.carnavalet.paris.fr